Como hombre de gran corazón, Olegario Andrade Zamorano pensó en los demás hasta el último minuto de su vida; gracias a su experiencia, realizó maniobras para evitar que la mañana del jueves 17 de noviembre el helicóptero Águila 1 cayera en una zona habitada y causara una tragedia mayor.
Él, junto con el titular de la Secretaría de Seguridad Pública del Estado (SSPE), Porfirio Javier Sánchez Mendoza; y sus compañeros, el capitán Víctor Manuel Valdez Sánchez y los artilleros Juan Humberto Rincón Martínez y Alejandro Serafín Guerrero, mantuvieron hasta el último minuto su juramento de policías: proteger y servir a la ciudadanía.
Durante más de 12 años, el capitán Olegario Andrade Zamorano estuvo a cargo del Águila 1, su fiel compañero hasta el final. Olegario, un hombre comprometido y responsable que amaba su trabajo y estaba siempre al servicio de la sociedad, cumpliendo con su deber.
Contaba con una amplia trayectoria, pues se desempeñó como subinspector de la Policía Federal, era piloto aviador y helicopterista, realizó vuelos tácticos de búsqueda, rescate y salvamento, así como vuelos ejecutivos.
Había hecho cursos de atención aeromédica, de protección a funcionarios por el Estado Mayor Presidencial, así como capacitación recurrente de las tripulaciones de vuelo de los helicópteros MI-17 por la Secretaría de Marina y la Armada de México.
Brindó apoyo aéreo a los gobiernos de Baja California y Michoacán.
Asimismo, ayudó al Gobierno de Tabasco en el año de 2007 con el rescate de 8 mil 600 personas que estaban en riesgo inminente de ahogarse, además brindó apoyo con el reparto de despensas a comunidades aisladas de esta misma entidad.
En 2010, apoyó a los damnificados por inundaciones en el estado de Oaxaca. En el año 2011 realizó sobrevuelos de vigilancia y participó en operativos importantes, además ayudó a sofocar incendios forestales.
Efectuó múltiples rescates a bordo del helicóptero Águila 1, apoyando con el traslado aeromédico de personas cuyo estado de salud era crítico, por lo que realizó algunos traslados a diversos hospitales del estado, así como al Centro Médico Nacional de Occidente en Guadalajara para atender a personas con quemaduras.
Olegario Andrade Zamorano vivirá como un héroe en la mente de todos los que lo conocieron, un hombre valiente que deja un gran vacío, imposible de llenar. Descansa en paz y vuela alto, piloto.